Saturday, November 23, 2013

La última tejedora shipiba



Cuando Laura Urquía sale de su comunidad y viaja a Lima o a alguna ciudad de la sierra deja su atuendo típico y se pone otras ropas más urbanas a exigencia de sus hijos. Pero con estas prendas ella se siente incómoda, húmeda, porque sus telas nativas son más tibias, más cálidas.
Doña Laura es una de las últimas tejedoras tradicionales de la etnia shipibo en la comunidad de San Francisco, en Ucayali. Ella elabora su propia tela con algodón natural, además pinta y borda para confeccionar prendas tradicionales que son muy admiradas por la perfección de sus diseños.
El oficio lo aprendió a los 11 años cuando su madre Emilia le alcanzó una porción de algodón natural para que lo convierta en hilo. La pequeña Laura sufrió varios días para obtener la fibra adecuada hasta que dominó la técnica. Luego vino la prueba de fuego que consistía en elaborar una pieza.
“Lo primero que hice fue una sábana pequeña de un solo color”, recuerda.
Doña Laura teje en un pequeño patio frente a su casa, mientras su esposo le alcanza los hilos y le ayuda a acomodar el telar. En la cultura shipiba el tejido es una actividad casi exclusiva de las mujeres porque se les considera portadoras, continuadoras y celosas guardianas del imaginario de la nación. Las niñas son “curadas” a temprana edad para que puedan pintar y bordar con maestría.
Sus abuelas les aplican gotas de una planta perfumada en el ombligo y los ojos para que tengan la capacidad de visualizar diseños en su mente y plasmarlos estéticamente sobre tela, madera u otro soporte material.
Doña Laura emplea tintes naturales y dibuja con gran facilidad diseños geométricos muy complejos. Como pincel utiliza un pedazo de caña brava (shetán). Sus telas pintadas tienen dos fondos, blanco y marrón. Con ellas confecciona vestidos, cojines, manteles, cortinas, almohadas o marcos de cuadros.
El diseño surge espontáneamente en su mente. Ella sabe lo que va hacer y lo hace. Se trata del kené, término que define a los gráficos geométricos característicos de la cultura shipiba. Se cree que estos trazos representan la imagen del mundo que le fueron transmitidas por sus abuelos.
El primer paso para la elaboración de las telas es la recolección del algodón. Este se ablanda con ceniza de palo y luego viene el hilado en fibras que varían de grosor de acuerdo a la prenda que se va a elaborar. Una vez preparada la tela, esta se borda o pinta con tintes naturales que se obtienen de la corteza del aguano (árbol). Al final el tejido se baña con un barro especial que se obtiene con tierra de las quebradas. Este barro debe conservarse en la sombra, de lo contrario pierde sus propiedades fijadoras.
El proceso es largo y doña Laura lo sabe. Pero aún así dice que continuará tejiendo de esa manera porque eso fue lo que le enseñaron sus padres. “Los nuevos tejedores compran cañamazo y tocuyo, y solo pintan, el resultado no es igual”, se lamenta. Las telas de doña Laura son realmente bellas y se encuentran, sin duda, entre las expresiones más altas de la artesanía peruana.

(Publicado en el libro Manos que hablan. Noviembre, 2012)

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