Monday, December 17, 2012

Apuntes sobre el amor cortés


El amor es caída y vuelo, elección y sumisión.
Octavio Paz

La literatura griega nos ofrece muchas historias de dioses enamorados de mujeres y hombres mortales. Sin embargo, en ninguno de esos amores se menciona la atracción por el alma de la persona amada.


La gran mayoría de los poemas griegos son más eróticos que amorosos. En todos ellos se ve al amante en sus diversos estados de ánimo, como el deseo, el goce, la decepción, los celos o la dicha efímera, pero nunca vemos al otro o a la otra.


Esto se explica porque el mundo antiguo careció de una doctrina del amor. Además, el debate sobre el amor era de hombres solos y las fiestas se realizaban con presencia única y exclusiva de libertinos, cortesanas y aristócratas de vida libre.

En realidad, la diferencia entre cuerpo y alma se la debemos a Platón, quien fue el creador de nuestra filosofía del amor. La separación platónica de cuerpo y alma predominó en la filosofía, el arte y la literatura hasta el siglo XII, cuando en una provincia de Francia, surge el amor cortés.


“El término amor cortés refleja la distinción medieval entre corte y villa. No el amor villano –copulación y procreación- sino un sentimiento elevado, propio de las cortes señoriales”, escribe Octavio Paz.


En esta oportunidad, mencionaremos brevemente tres características del amor cortés: el encuentro con la amada, el amante sirviente y destino y elección.


El encuentro con la amada
La acción que da inicio al misterio del amor es el encuentro con el ser amado. Este es un momento que los amantes van a recordar siempre. El amor comienza con la admiración ante una persona. Después viene el entusiasmo y culmina con la pasión que nos lleva a la dicha o al desastre.


“La idea del encuentro exige dos condiciones contradictorias: la atracción que experimentan los amantes es involuntaria, nace de un magnetismo secreto y todopoderoso; al mismo tiempo es una elección. Predestinación y elección, los poderes objetivos y subjetivos, el destino y la libertad, se cruzan en el amor”, sostiene Paz.


El amante sirviente
Tras el encuentro con la amada, el amante cae rendido ante el amor y se convierte en su siervo. Aún no ha conquistado nada, pero le basta que exista una mujer bella a la que posiblemente podría entregar su amor. La empieza a amar en silencio, en secreto, y así va creando en sí mismo una relación de dominio y sujeción hacia ella.


Destino y elección
¿Uno elige voluntariamente a quién amar, o es el destino el que nos arrastra hacia la mujer amada? Esta disyuntiva aparentemente trágica no es tal, pues en el torrente del amor, el destino es también una elección, según la filosofía del amor cortés.


Los trovadores provenzales nunca imaginaron que al crear el amor cortés estaban creando también uno de los temas esenciales de la literatura universal. El tópico del amor cortés está presente, con todos sus elementos, en incontables novelas, poemas y dramas de los siglos XVI y XVII. Por ello se dice, con justa razón, que la historia del amor cortés es la historia de la civilización de Occidente.

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